BARON ROJO SUR : LA HINCHADA DE LOS CANTOS
Muchos son los rumores que se
escuchan en torno a la creación de la barra Barón Rojo Sur, y todos
apuntan a una influencia mediática -venida del sur del continente- que
motivó a algunos hinchas jóvenes a crear un espacio propio dentro del
estadio. Es necesario decir que este fenómeno no surgió por generación
espontánea sino que es el resultado de un largo proceso que se inició en
la década de los noventa con la conformación de dos o tres barras de
corte tradicional animadoras incondicionales del equipo americano y que
en su desarrollo dieron paso a lo que hoy se conoce como la barra del
Barón Rojo Sur.
En
el año 1991, durante el primer partido del cuadrangular final, vio la
luz la barra Furia Roja. La iniciativa de creación la tuvo un grupo de
estudiantes de la Universidad Autónoma de Occidente quienes armados con
enormes y vistosas banderas rodaron por el estadio hasta ubicarse en la
tribuna Norte donde saltaron y cantaron un solo coro que era lo
tradicional.
“En
el segundo partido de ese cuadrangular nuevamente aparecieron estos
personajes saltando y agitando las banderas, entonces aquellos que
teníamos ese sueño de cantar y de saltar en el estadio caímos a Norte al
siguiente partido. Y es ahí donde de forma improvisada y desordenada
la barra se agrupa... como una mancha que se mueve por la tribuna. Esa
vez, por la emoción, improvisamos dos o tres cantos con un vocabulario
soez y jocoso. Al finalizar el partido intercambiamos teléfonos” (Edgar
Luther).
En
el primer clásico del año 92 apareció la barra mejor organizada.
“Llevamos papel picado, llegamos al estadio uniformados, nos saludamos
aún sin conocernos y nos ubicamos allá arriba, en el segundo piso de
Norte. Esta vez preparamos algún coro y en el desarrollo del partido lo
tiramos, cantamos de pie y todo el estadio nos vio con alegría y
admiración. La verdad es que la barra creció medianamente y los coros
que se imponían tenían cierto aire parroquiano”.
La
característica principal de la barra fueron las banderas. Era
requisito llevar una bandera grande, llamativa y diferente. “Cada uno
ondeaba su bandera. Se montaban coreografías y al unísono la barra
cantaba. Se causó gran impacto en el resto de hinchas que asistían al
estadio por el colorido, los cantos, la emotividad, por la diferencia”.
Cuando
se inició el proceso de la barra como tal ya había gente que lideraba
el grupo por su antigüedad, el número de integrantes de Furia creció,
aunque sus componentes pertenecían principalmente a las capas medias.
Los
fundadores, “niños bien” estudiantes de universidad privada, empezaron
un juego de poder con “los de barrio”: trabajadores, obreros de fábrica,
estudiantes de institutos tecnológicos, un gran número de habitantes
del barrio Petecuy y algunos estudiantes de la Universidad del Valle.
“Aunque
no faltaban las paradojas éramos un parche alimentado por la pasión,
fuimos amigos, aprendimos a tolerarnos en la diferencia y esa es una de
las cosas que más valoro”.
“En
el año 1992, en el partido que América jugaba contra El Nacional, por
la Copa Libertadores, la Furia estaba en su apogeo y el Estadio era una
fiesta. Nosotros saltábamos eufóricos y la gradería cimbraba. De
repente éramos el centro de la atención, las cámaras de TV nos enfocaban
fijamente, probablemente hasta ahora nunca se había vivido el fútbol de
esta manera en ningún estadio colombiano. Sólo después, en mi casa,
entendí que los periodistas esperaban grabar el momento de nuestra
caída, puesto que la tribuna Norte estaba partida y se veía mecer sobre
occidental, subía y bajaba. Los periodistas estaban pendientes del
momento en que cayéramos, pendientes de la chiva (...). Fuimos forzados a
dejar norte y decidimos irnos para Oriental primer piso”.
Allá
el cambio fue drástico, además no todo el parche siguió a oriental,
sobre todo los que fumaban bareta y los que no tenían para pagar.
Algunos siguieron en Norte y otros se fueron para Sur. Ya sumábamos
como 500 personas en el estadio, pero de la barra, barra sólo 300. Se
marcó definitivamente una diferencia con las otras barras, las
tradicionales. La característica Animosidad de la Furia, sus banderas,
la gente saltando al ritmo de los cánticos y la juventud de sus
integrantes crearon una brecha en la hinchada americana.
Paradójicamente,
mientras la barra ganaba popularidad y el número de adeptos crecía
tanto o más que sus finanzas, a la Furia Roja le sobrevino una crisis.
La
gente se cansó de pagar por todo y no ver la plata invertida. La gota
que rebasó la copa fue una fiesta que organizaron para festejar el fin
de año. Todo fue un fiasco. Nadie supo dar razón del billete.
Corría
el año 1994 y una pequeña disidencia se fue para Occidental con el
nombre de Estruendo Rojo, pero con la muerte de uno de los líderes de la
Furia las cosas volvieron a la normalidad, la Furia se unificó
nuevamente. El equipo rojo vivía la era de Maturana, y la hinchada no
estaba contenta. Aún la Furia, que se caracterizaba por ser
incondicional, la emprendió contra los jugadores y el técnico. Además el
exceso de alcohol en la cancha menguó la forma de alentar de la barra.
Muy pocos continuaron en Oriental, otros volvimos a Sur y un combo de
sardinos -3 o 4 rockeritos que nunca tuvieron voz ni voto- se fueron
para Norte y pusieron el punto alto allá.
“Cuando
llegamos a Norte, la Furia era ya un recuerdo. La verdad es que yo
nunca compartí la ideología con los líderes de esa barra. Me tocaba ir
porque era la única barra joven que había y porque algunos amigos míos
también iban (...) Desde pequeño idealizaba algún día ver una barra
distinta a todas, un parche único. Yo pensaba en algo grande, pero como
no tenía oídos atentos, mis ideas siempre sonaron absurdas. El combo
en Norte era pequeño pero fiel y nació de pura alegría, me tocó
convencer a la gente para armar una disidencia” (Harold “El Muerto”).
Un
día se encomendó a un man de la barra hacer un trapo para poner en
Norte y por alguna inexplicable razón le puso Torcida y todos empezaron
a llamar así a la barra, aun cuando este nombre nunca fue tomado por la
barra como tal.
La
cosa fue en Norte segundo piso, con un grupo no muy grande. Pero un
asunto sí fue claro, como transición importante Torcida no cantaría
coros de la Furia, pues en la mayoría se generó malestar contra la
antigua barra.
La
barra creció y aparecieron nuevas personas cada vez más jóvenes. Se
popularizaron las caras pintadas, volvieron las banderas, aparecieron
los estampados del Ché, se empezaron a adaptar canciones de Fito Paez y
de otros cantantes argentinos y el reconocimiento se hizo mayor.
Vinieron
los partidos de la final de la Libertadores en el 96, la barra llenó la
tribuna y alentó con fuerza a pesar del traspiés futbolístico. El
núcleo de la barra se conformaba por aproximadamente 200 personas,
hinchas experimentados de anteriores procesos, agrupados de forma algo
irregular pero comprometidos con la pasión.
Localizados
en norte durante la final del año 1997 y en plena algarabía por la
celebración del título, la pancarta de la Torcida que se exhibía sobre
la tribuna fue destruida misteriosamente. Este hecho marcaría el último
y definitivo desplazamiento de la barra por el Pascual.
“Mi
idea siempre fue el nombre de Barón Rojo, porque me gustaba esa banda
española de metal, escuchaba varias de sus canciones... “Hijos de Caín”,
“Tierra de Vándalos”, “nos vamos para el infierno”, temas con los que
me identificaba. Y un día cogí un trapo que estaba en mi casa y pinté
con letra gótica blanca: Barón Rojo, una pancarta de ocho metros de
largo. El primer trapo de la barra, que no era Sur todavía”.
El
nombre también hacía referencia explícita a Manfred Von Richthofen, uno
de los más bravos y aguerridos pilotos alemanes de la primera guerra
mundial conocido como el Barón Rojo. En aquel entonces se propuso
trasladar el colectivo a la tribuna Sur, ya que estando allá se
posibilitaría el crecimiento del grupo, además era la tribuna más
popular y por tanto el espacio natural de la barra. Desde entonces se
adopta el nombre de Barón Rojo Sur.
El
paso a la Sur no fue fácil, en el segundo piso de esa tribuna se
ubicaba un grupo de hinchas veteranos conocido como el parche de
“Páginas Amarillas” con el cual hubo constantes enfrentamientos,
impidiendo el crecimiento de la barra.
El grupo decide entonces ubicarse en el primer piso de la tribuna. En este período hubo altibajos. A veces el número de hinchas era nutrido, mientras que otras veces sólo los fundadores aparecían por el Pascual. Los líderes de la barra decidieron entonces tomar cartas en el asunto, diseñando una estrategia que permitiese que la popular se colmara en cada fecha, llegó gente de todo tipo, algunos sólo por curiosidad, pero para muchos la barra se convirtió en una forma de vida.
Fue
una época dorada para el BRS; el equipo rendía y la barra rendía, se
hicieron los primeros viajes, se publicó el primer “Volumen Brutal”, se
compusieron nuevos cantos, se diseñó un nuevo frente, se tomó
nuevamente el segundo piso y existía un protagonismo mediático que
señalaba al BRS como una de las barras más violentas en el ámbito
suramericano....
Hoy
por hoy, el Barón Rojo Sur alberga tantos simpatizantes que se hizo
necesario dividir la barra por sectores, y existen alrededor de la
ciudad los denominados Bloques con sus respectivos líderes. También
cuenta en su prontuario con página web, con publicaciones
autogestionadas, con el récord de ser la primera barra en haber
acompañado a un equipo colombiano fuera del país (Perú y Ecuador en el
año 2000).
“El
BRS se convirtió en una epidemia, pues la barra sobrepasó la ciudad y
donde uno va encuentra gente de la barra, filiales regadas por todo el
país, es un movimiento abierto a todos”.
En
el año 2003 la barra mostró su madurez y su grandeza. Siempre, en
todos los estadios donde el América jugó hubo presencia de la barra.
Los viajes masivos por todo el país y el continente – Ecuador,
Venezuela, Paraguay y tres partidos en Argentina-, las salidas más
vistosas del país, el carnaval antes, durante y después de los partidos
(por primera vez en Colombia un partido tuvo que ser detenido por un
evento no violento en la cancha, contra el rival de patio), los mejores
cantos originales y el aguante en constante crecimiento, permiten que
hoy, sin lugar a dudas, el Barón Rojo Sur se posicione muy por encima de
las demás y se haya convertido en una presencia imprescindible para la
institución Americana.
Esta
historia está lejos de llegar a su fin, hasta ahora los logros han sido
enormes, pero el camino aún no termina, el Barón Rojo Sur está en
permanente evolución y cada vez se hace más necesario el compromiso de
todos, porque ser Barón Rojo es más que un estilo de vida, es la vida
misma.
Esta es la banda del BAROOOOON ROJO .. Estamos locos de la cabeza..
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